El futuro papá

El cuidador de la plaza ya barrió. Sacó las hojas secas que habían caído sobre el pasto y regó los prados y las flores (pensamientos amarillos y morados). La ventana me cautiva y me llama a pararme de mi asiento para observar lo que en la plaza sucede.

Del árbol baja constantemente un zorzal. Le revolvió el montón de basura que tenía el cuidador, pero es que estaba buscando ramitas secas y en aquel montón habría algo que pudiera servirle para la confección de su nido. Y recoge en su pico muchas ramitas y trocitos de pasto. Emprende el vuelo y sube al árbol, al lugar que ha elegido... suelta de sopetón todo lo que lleva, parte de su carga queda en el árbol y parte cae al infinito. Me admira ver con qué paciencia vuelve a bajar y vuelve a recolectar lo que ha caído para volverlo a llevar a lo que será su nido. Y nada le importa, ni la gente, ni las palomas, ni los perros que usufructúan de la plaza... él no teme a nada porque se ha hecho el firme propósito de hacer su nido en las alturas.

Ya lleva como diez viajes... coloca la carga en la rama y con sus patas la apisona, luego desciende tras lo que cayó. Así debería tener yo paciencia para mis cosas. Él va una y otra vez sin decaer, sin amedrentarse, sin vacilar y me enseña una gran lección. Es un ejemplo de tesón y perseverancia.

Qué rico que la rama elegida está frente a mi ventana, así podré verlo anidar, podré ver cuando el pichón asome su cabeza y comience a volar... qué linda es la naturaleza. Me encanta! En momentos así es cuando me siento feliz de poder admirar esta belleza.