Alberto

Alberto llegó a mi vida un día de noviembre. Hace un año ya. Lo vi en una página de amigos.com. En esa época en que buscaba afanosamente un hombre que me quisiera. Él llegó un día en que me sentí decepcionada de los hombres. Estaba ahí conectado y yo le hablé... y me desahogué un poco, hasta le pregunté si quería ser mi amigo con ventajas.

En su fotografía vi una sonrisa amistosa. Vi un bigote que se me antojó atractivo... y vi una barbilla (una perita), que me pareció sensual. Llegué a él porque me pareció muy atractivo.

Comenzamos hablando de muchas cosas: de la vida, del mundo, de los animales.

Al principio se conectaba muy esporádicamente... yo no sentía sus ausencias. Él estaba ahí de repente y hablábamos... después desaparecía muchos días... y volvía a aparecer.

Así fui conociéndolo poquito a poco.

Nació el mismo año que yo. Así que como buenos “caballos” tenemos mucho en común. Pensamos igual en varias cosas. Reaccionamos igual en muchas situaciones... ambos somos apasionados. Pero también somos enojones, explosivos, polvorita, los celos y la rabia nos enceguecen. Y porque somos tan parecidos es que lo entiendo. Entiendo su naturaleza pues es como la mía. Cuando nos enojamos ambos sabemos que debemos dejar que el tiempo haga su trabajo, que las aguas se calmen para volver a conversar.

Nuestra comunicación es excelente. Hablamos de todo con mucha libertad, eso, creo yo, es muy importante.

Alberto es un amigo sincero y yo lo quiero mucho.

A veces me da miedo. Porque sueño con él. Sueño que es parte de mi y que yo soy parte de él. Sueño que me abraza y que me besa. A veces, cuando sueño mucho, me alejo de él. Porque creo que si pienso mucho en él, podré enamorarme y yo no quiero enamorarme. Entonces, lo alejo un poco y me quedo silenciosa.

Nos comunicamos sólo a través de MSN. Charlamos casi todos los días. Cuando él puede, porque no siempre puede. Tiene un trabajo absorbente que requiere de toda su concentración. Cada mañana se conecta un ratito y charlamos. Me encanta charlar con él.

He escuchado su voz por teléfono. Antes, cuando tenía oficina sola, hablábamos más seguido. Ahora hablamos menos, me llama a mi celular y mi celu es muy malo así que no logro oírlo bien. Extraño su voz. Tiene un timbre muy agradable. Me encanta escucharlo hablar. Me encanta la entonación y la forma perfecta como pronuncia cada letra. Me gusta como se expresa, de manera cortés, respetuosa y amable. Es muy galante y educado y eso me fascina. Parece un príncipe azul. Cuando se ríe me contagia con su risa. Me lo imagino sonriendo de oreja a oreja y viene a mi mente esa sonrisa suya que ilumina su rostro. Siento mucha admiración por él. Aparte de lo educado que es, también es culto. Y los hombres cultos me atraen y atrapan. Cuando veo su imagen en mi pantalla me dan deseos de pasar mis yemas por sus mejillas, siento deseos de acariciarlo. Creo que cuando sonríe se le forman margaritas (eso lo adivino porque poco puedo ver en su fotografía).

Quisiera sentir su aroma. Me gustaría olerlo por el cuello y sentir su barba recién afeitada en mi mejilla. Quisiera poder sentir como su bigote me cosquillea los labios. Me ha inspirado cosas. Ha despertado mis deseos y la verdad... lo deseo. Me gustaría vivir una noche con él. Sería una noche maravillosa, porque es un romántico, y si dos románticos se juntan se transforma la atmósfera en un sueño mágico. Él disfruta la misma música que yo.

Me encanta cuando firma sus mail con un “tu Alberto”.

Es hombre, es coqueto, es apasionado... tiene tantos defectos como yo, quizá los mismos que yo... pero hay un defecto IM-PER-DO-NA-BLE. Defecto que tira por tierra todas mis alucinaciones. Vive en Lima... Perú!