Mis Manos
Quiero tocar... Tengo unos dedos muy largos, aunque no tan delgados, pero largos. Hay personas que me encuentran bonitas las manos. A mi también me gustan. Aunque a veces, las veo medio ajadas, y pienso que ya se me van notando los años en las manos. Porque a parte de quebrajarse la piel, también comienzan a salir manchitas como pecas oscuras. Yo no quiero que eso me suceda porque me gusta ver la blancura en mi piel, pero es casi inevitable.
Mis manos fueron hechas para sentir... por eso me gusta tanto tocar.
Siempre he querido aprender a tocar piano. Es un sueño que algún día espero cumplir. Yo sé que las melodías saldrían solas, según la inspiración del momento. Así como cuando escribo. Cuando pongo los dedos en el teclado y dejo que mis pensamientos afloren a través de ellos. Muchas veces me voy y me voy escribiendo... y luego cuando leo lo que escribí, me asombra a mi misma, y me pregunto: ¿yo escribí esto?
Pero así como mis dedos vuelan en el teclado, también quieren volar cuando siento cariño o amor por alguien, o como cuando regaloneo con mis gatos por las noches y los dejo que se acuesten un ratito conmigo en mi cama, mientras yo tejo a crochet, ellos se echan sobre mí, o a mi lado... entonces los tomo y los acaricio mucho. Les froto su cabecita... acaricio su lomo hasta llegar a su cola. Les doy palmaditas cariñosas. Me gusta regalonearlos. A veces me he sentido arrepentida de haberlos criado, porque hacen muchas embarradas y ensucian mucho, sobre todo cuando riego mis plantas y ellos entran con sus patas con barro al living, dejando un camino de huellitas. Pero ellos me acompañan, son mis hijos, me hacen reír, me hacen mirarlos emocionada cuando juegan y pegan esos saltitos locos detrás de la pelota (tienen varias pelotas para jugar, algunas caen del cielo y llegan a mi patio, entonces yo las recojo y las arrojo cerca de ellos para que jueguen. Cuando andan todas las pelotas perdidas - son como cinco - les hago pelotas de papel, con las hojas de mis borradores, o los sobres de las cuentas, o lo que sea que pueda transformarse en una pelota). Ellos son mi compañía diaria, mi alegría y por eso me gusta acariciarlos, los quiero... y mis manos no se cansan de tocar su suave pelaje.
Mis manos no pueden estar tranquilas. Me cuesta tenerlas controladas y dejarlas pasivas. Creo que tienen vida propia. Y si no están acariciando, algo tienen que estar haciendo (manualidades, tejidos, bordados o simplemente sosteniendo un libro, o por último moviéndose al ritmo de la música que estoy escuchando).
Quiero tocar... quiero tocar la piel del hombre que me gusta. Sé que no me cansaría de hacerlo. Es un ansia inevitable el querer sentir la piel a través de mis yemas. Me gusta recorrerla con suavidad, con ternura, con dedicación. Mis manos transmiten... transmiten arte y sentimientos. Transmiten dulzura, sensaciones, emociones... y amor.