jueves, marzo 22, 2007

Mis Manos

Quiero tocar... Tengo unos dedos muy largos, aunque no tan delgados, pero largos. Hay personas que me encuentran bonitas las manos. A mi también me gustan. Aunque a veces, las veo medio ajadas, y pienso que ya se me van notando los años en las manos. Porque a parte de quebrajarse la piel, también comienzan a salir manchitas como pecas oscuras. Yo no quiero que eso me suceda porque me gusta ver la blancura en mi piel, pero es casi inevitable.

Mis manos fueron hechas para sentir... por eso me gusta tanto tocar.

Siempre he querido aprender a tocar piano. Es un sueño que algún día espero cumplir. Yo sé que las melodías saldrían solas, según la inspiración del momento. Así como cuando escribo. Cuando pongo los dedos en el teclado y dejo que mis pensamientos afloren a través de ellos. Muchas veces me voy y me voy escribiendo... y luego cuando leo lo que escribí, me asombra a mi misma, y me pregunto: ¿yo escribí esto?

Pero así como mis dedos vuelan en el teclado, también quieren volar cuando siento cariño o amor por alguien, o como cuando regaloneo con mis gatos por las noches y los dejo que se acuesten un ratito conmigo en mi cama, mientras yo tejo a crochet, ellos se echan sobre mí, o a mi lado... entonces los tomo y los acaricio mucho. Les froto su cabecita... acaricio su lomo hasta llegar a su cola. Les doy palmaditas cariñosas. Me gusta regalonearlos. A veces me he sentido arrepentida de haberlos criado, porque hacen muchas embarradas y ensucian mucho, sobre todo cuando riego mis plantas y ellos entran con sus patas con barro al living, dejando un camino de huellitas. Pero ellos me acompañan, son mis hijos, me hacen reír, me hacen mirarlos emocionada cuando juegan y pegan esos saltitos locos detrás de la pelota (tienen varias pelotas para jugar, algunas caen del cielo y llegan a mi patio, entonces yo las recojo y las arrojo cerca de ellos para que jueguen. Cuando andan todas las pelotas perdidas - son como cinco - les hago pelotas de papel, con las hojas de mis borradores, o los sobres de las cuentas, o lo que sea que pueda transformarse en una pelota). Ellos son mi compañía diaria, mi alegría y por eso me gusta acariciarlos, los quiero... y mis manos no se cansan de tocar su suave pelaje.

Mis manos no pueden estar tranquilas. Me cuesta tenerlas controladas y dejarlas pasivas. Creo que tienen vida propia. Y si no están acariciando, algo tienen que estar haciendo (manualidades, tejidos, bordados o simplemente sosteniendo un libro, o por último moviéndose al ritmo de la música que estoy escuchando).

Quiero tocar... quiero tocar la piel del hombre que me gusta. Sé que no me cansaría de hacerlo. Es un ansia inevitable el querer sentir la piel a través de mis yemas. Me gusta recorrerla con suavidad, con ternura, con dedicación. Mis manos transmiten... transmiten arte y sentimientos. Transmiten dulzura, sensaciones, emociones... y amor.

jueves, marzo 15, 2007

Los Vecinos


El otro día iba caminando distraídamente por el Parque hacia mi casa, acompañada con los auriculares que me traen la música que me gusta. Cuando de repente vi que más adelante iba mi vecino del frente. Glup! me dije y comencé a caminar más lento. Tratando de que él no me viera. No es que no quiera que me vea, sino que percibo que el vecino me mira con otros ojos. No como una vecina común y silvestre, sino que me mira con ojos de admiración. Y no son rollos que yo me pase, sino que es así. Varias veces nos hemos encontrado y noto que me observa con detención. Una vez nos encontramos y juntos nos fuimos en la micro y luego en el Metro. Cada tanto, sentía su mirada en mi cara. Yo soy de esas personas que sienten las miradas y al mirarlo veía que me miraba embelesado. Entonces, cuando lo veo, lo evito. Pero esta vez, no pude zafarme, porque cuando cruzó la calle, obligadamente tuvo que mirar hacia atrás para ver si venía algún vehículo y ahí me vio y me esperó.

Yo no soy muy amiga de mis vecinos. No soy de las personas que se paran a comadriar en las calles. En realidad que yo, soy mas carepalo. No me gusta meterme en la vida de nadie y así también no me gusta que se metan en la mía. Pero este hecho de ser tan parca con ellos me ha llevado a desaprovechar talvez ciertos beneficios que podría acarrearme el ser más amigable. Por ejemplo. A varios vecinos los he rechazado cuando se ofrecen a llevarme en su auto.

Tenía un vecino que se iba a trabajar con su señora y su hijo. Me llevó un par de veces, acercándome hasta el Mapocho. Pero a mi no me gustan esos gestos. Me siento incómoda. Será que me siento comprometida. Para mi los favores se tienen que pagar, “favor con favor se paga”, entonces como no quiero pagar favores no quiero que me los hagan. Así que por esta razón, cambié mi trayecto para evitar así a estos vecinos amables.

Reconozco que ahora sí, que necesito de un vecino gentil. Ahora, que hay tanto problema con el Transantiago es cuando se necesita de los vecinos de buena voluntad. Pero tanto los rechacé, que ahora no me pescan... no hay caso... cuando una quiere nadie quiere y cuando una no quiere todos quieren. Así sucede en todo orden de cosas (lamentablemente).